Pienso que soy una mujer
fuerte y segura, pero a veces, cuando se tratan temas de maternidad, esa
confianza la pierdo por el camino.
Ha habido algunas ocasiones en las que hablando con otros padres y madres sobre nuestros hijos, de problemas que nos ocupan acerca de crianza... me transformo. Tengo (tenemos) claras muchas cosas con respecto a nuestra hija, a nuestro modo de educarla, de criarla,... y queremos que se respeten nuestras decisiones. Peeeero a veces, el círculo en el que estamos no es el más cómodo, o el menos crítico o simplemente decimos "que si que si, que darles papilla está muy bien" porque queremos zanjar un asunto validando a otros, porque sabemos que si continuamos estamos dando pie a una discusión absurda, amplia y que no va a hacernos cambiar de opinión.
Ha habido algunas ocasiones en las que hablando con otros padres y madres sobre nuestros hijos, de problemas que nos ocupan acerca de crianza... me transformo. Tengo (tenemos) claras muchas cosas con respecto a nuestra hija, a nuestro modo de educarla, de criarla,... y queremos que se respeten nuestras decisiones. Peeeero a veces, el círculo en el que estamos no es el más cómodo, o el menos crítico o simplemente decimos "que si que si, que darles papilla está muy bien" porque queremos zanjar un asunto validando a otros, porque sabemos que si continuamos estamos dando pie a una discusión absurda, amplia y que no va a hacernos cambiar de opinión.
Fuente Adobe Stocks
Y es por eso que una de las cosas de las que MÁS me arrepiento es de, a veces, no proteger esos valores familiares. Un ejemplo: hace unos meses hablando con una madre, me comentaba lo malo que era dejar a los hijos dormir con sus padres, porque les malacostumbrabas, les malcriabas, se te subían a las espaldas y luego ya no podías controlarlos y el caos se apoderaba de tu vida... y mientras escuchaba esa absurda, retrógrada y hueca teoría leía entre líneas a una madre fachada, de las que se reúnen a la salida del cole para poner a parir a sus hijos y probablemente vivan en un vacío existencial, solas, sin nadie que les haya dicho, "oye, tranquila, que no pasa nada por sentirte bien durmiendo con TU hijo, en TU cama, en TU intimidad familiar y crear esos vínculos increbantables. Que es genial y adorablemente dulce tener a tu hijo pegado a ti durante la noche, escuchando su respiración, sintiendo su cuerpecito caliente y sus manos agarrándote el dedo para corroborar que estás ahí, que no necesita nada más en este mundo que a ti, que los dos sois uno. Esa sensación es única y nadie, créeme, nadie tiene el derecho a dar por echo que eso es malcriar."
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Me apoyo en este blog para poder expresar, aunque tarde, lo que pienso y siento sobre la crianza. Mi timón para sobrellevar la dirección en la que navegamos mi pareja y yo. Mi guía a la que acudir en los momentos de dificultad, tensión, incertidumbre y miedo. Porque admitámoslo, el miedo es esa herramienta que nos va a acompañar siempre desde que somos padres y madres. Esa incertidumbre que crecerá a la vez que nuestros hijos lo hacen. Claro que no es fácil, claro que es más cómodo criticar al de al lado por cómo educa a sus hijos, por cómo vive la infancia. La teoría del espejo nos enseña a ver en el otro, ese a quien tanto molestamos, lo que de verdad deseamos y ansiamos.
Es un auténtico ejercicio de valentía responder a esas familias con nuestro ejemplo. Porque criar con apego no es malcriar. Practicar colecho, no es malcriar. Dar el pecho pasados los dos años, no es malcriar. Amar a nuestros hijos poniendo límites, no es malcriar.
Ojalá algún dia, nuestras hijas e hijos puedan normalizar la cultura del apego y el respeto en la crianza. Así conseguiremos una sociedad mejor, os lo aseguro.
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