jueves, 29 de diciembre de 2016

12 meses 12 libros


Con la llegada del año nuevo la lista de propósitos a cumplir se llena deseando terminar con satisfacción todo aquello que añadimos. 


Y es que con el paso del tiempo nos vamos dando cuenta que por mucho que pongamos, es importante hacer un ejercicio de reflexión sobre qué queremos pedirle a esa renovación mágica que nos otorga cambiar el calendario.

Mi tiempo de lectura se ha visto reducido al convertirme en madre, y los títulos de la estantería han pasado a estar repletos de libros sobre crianza, lactancia, educación respetuosa, juegos en familia... Muchos de ellos por falta de tiempo no he conseguido poder leer con la tranquilidad y curiosidad que se merecen, por eso, uno de mis propósitos para este nuevo año es terminar estos doce títulos, uno por cada mes. Y además, porque sino no tendría gracia ninguna, prometo escribir una publicación mensual de cada uno de ellos con mis impresiones y anotaciones personales ¿os parece?.

Enero: La crianza feliz, cómo cuidar y entender a tu hijo de 0 a 6 años, de Rosa Jové. La autora de "Dormir sin lágrimas" publicó este libro para ofrecer a las madres y padres las pautas sobre cómo se van forjando nuestros hijos durante los primeros años de vida y de la importancia de una educación y crianza basada en el respeto.

Febrero:  Aprender a educar, de Naomi Aldort. Cualquier padre o madre está dispuesto a dejar de reñir, castigar o amenazar si sabe cómo asegurarse de que su hijo crecerá aprendiendo a ser responsable sin recurrir a estas dolorosas medidas. No se trata de controlar al niño sin aplicar mano dura, se trata de una forma de ser y de comprender al niño para que saque lo mejor de su interior, no por miedo sino por voluntad propia. 
 

Marzo: El cerebro del niño, de Daniel Siegel y Tina Payne Bryson. Una guía para ayudar a los padres sobre qué es lo que pasa por el cerebro de nuestros hijos en acciones cotidianas diarias. Este libro se supone que nos sirve para entender comportamientos ligados a la inteligencia emocional, desmitificando crisis y conflictos asentados socialmente.

Abril: Disciplina sin lágrimas, de los autores del libro anterior "El cerebro del niño". Tras leer su libro de cabecera, me zambulliré en éste que presentan como el "mapa de carreteras" para afrontar papeletas, tensiones y lágrimas, haciendo hincapié en el fascinante vínculo entre el desarrollo neurológico del niño y el modo en que los padres reaccionan ante la mala conducta de éste.

 
Mayo: Educar en verde, de Heike Freire. Ví este libro en la librería "Katakrak" de Pamplona (librería que recomiendo a toooodo el mundo por el fondo tan maravilloso que tiene), y tiempo después una amiga se presentó en la oficina con él en sus manos buscándole dueño porque lo había comprado por duplicado. La idea que pretende trasladar su autora es liberar a los niños y niñas de toda tecnología y de una vida pegada a las pantallas táctiles y devolverles a una infancia junto a la naturaleza.

Junio: Emocionario. Di lo que sientes, varios autores. El tiempo sosegado del inicio del verano me permitirá reconectar con mi niña interior y conocer y empatiza mejor con mi hija. Aunque es un libro que se vende para niños y niñas, creo que son muchos los adultos (padres, madres, maestras...) que se han atrevido a navegar por sus páginas, llevándose muchas sorpresas. Veremos a ver qué nos depara.

Julio: La imaginación y el arte en la infancia, de Vigotsky. Este psicólogo ya adelantó en 1930 con este libro uno de los problemas a los que nos enfrentamos como sociedad, la falta del desarrollo de la imaginación y de creatividad, poco potenciada desde la infancia. Muchas ganas de descubrirlo.

Agosto: Peligro, niños, de Francesco Tonucci. El conocido dibujante y psicólogo italiano retrató el diálogo entre niños y adultos en sus vidas cotidianas, en la familia, en la escuela, en la ciudad, en la sociedad... tan real que asusta.


Septiembre: ¿Quién educa a quién?, de Eulàlia Bosch. Comenzaremos el curso escolar con esta interesante pregunta, ¿quién educa a quién?. Este libro propone un cuestionamiento radical de la noción de educación concebida como un fenómeno que tiene su lugar natural en la escuela y del que sólo son garantes los maestros, una noción tan extendida y tan dañina como la de que la salud es algo sólo compete al sistema sanitario y a los profesionales de la medicina.

Octubre: Liberar la imaginación. Ensayos sobre de educación, arte y cambio social, de Maxine Greene. La editorial GRAO especializada en pedagogía y educación social nos presenta este libro que debería ser de lectura obligada para todo educador o adulto en contacto constante con niños. Este libro define magistralmente el papel de la imaginación en la educación en general y en la educación artística, la literatura y el contexto social y multicultural. Imaginar es atreverse a pensar que las cosas pueden ser de otro modo. Ahí empieza no sólo el intrincado mundo de la libertad sino también el del conocimiento y el del compromiso.

Noviembre: Juegos que unen, de Aletha J. Solter, son juegos que ayudan a solucionar los problemas de disciplina con niños desde el nacimiento hasta los doce años, sin utilizar castigos ni recompensas. El libro ahonda bajo la superficie de los conflictos típicos abordando las emociones subyacentes que pueden conducir al comportamiento difícil.

Diciembre: Familias modernas, padres e hijos en las nuevas formas de familia, de Susan Golombok. La editorial Siglo XXI nos ofrece con este ensayo una visión de la realidad más cotidiana, las diferentes formas de ser y estar en una familia.

¿Qué os parece mi lista de deseos? ¿alguna coincidencia? ¿alguna otra propuesta?


martes, 13 de diciembre de 2016

El esplendor en la hierba


Aunque nada pueda hacer volver 
la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo.



Fuente Adobe Stocks

Una de las cosas que cuando se tienen hijos más se escucha es "ya verás lo rápido que pasa todo" y así es. Recuerdo cuando Maya nació, que la miraba y me decía "pero cómo va a pasar esto rápido, si solo acaba de empezar..." Y fíjate, ya tiene dos años y yo, con mi blog, un año y medio... y el tiempo pasa taaaan deprisa, que no nos damos cuenta.

Estas semanas están siendo emocionalmente demoledoras. Trabajo de 08:00 a 16:00 h pero por las tardes (y como si me sobrara el tiempo y lo fueran regalando) me he decidido a hacer un curso intensivo de docencia que ocupa mis tardes de 16:00 a 21:00 h. Al llegar a casa me espera el tercer turno de "combate": el baño, la cena y a dormir, con los consiguientes cabreos porque, como es normal, mi hija no me ha visto en todo el día y lo que más quiere es jugar, y no dormir a su hora.

Aunque trato de empatizar mucho con ella, dialogar en la medida de lo posible, respirar, salir de la habitación en los momentos de mayor estrés... muchos días acabo agotada, física y emocionalmente. Y pese a saber que es normal que yo me sienta así, y sepa que es algo pasajero que en pocas semanas terminará, hay días en los que preferiría estar debajo de la manta, en la cama, a solas, sin nadie a quien cuidar o proteger, sin nadie que me moleste.

Y es ahí, en ese momento y en ese hueco profundo que vamos cavando día a día los padres y madres, cuando nos damos cuenta que si miramos hacia arriba tan apenas podemos ver la luz de salida. Y pensamos que ya es demasiado tarde, que nuestro hijo que nos necesita tanto y al que no hemos sabido atender o escuchar de la manera que él o ella estaban pidiendo, se está corrompiendo por la falta de atención, los gritos, las amenazas, la desobediencia, las peleas constantes... Y es entonces cuando pensamos que todo tiempo pasado fue mejor, recordando con dulzura cuando era bebé y dependía tanto de nosotros hasta para moverse, comer, dormir...

Pero os cuento un secreto: nuestros hijos van a depender de nosotros hasta que sean capaces de construir su propio yo independiente de nuestras reglas. Y aún así deben saber que siempre estaremos ahí para lo que necesiten. Y es bueno decirles y recordarles que nosotros también les necesitamos y les queremos.


Fuente Adobe Stocks

Recordemos que los días pasan lentos, pero los años marchan deprisa, y llegará el día en el que echemos la vista atrás y queramos volver a esos momentos que, aunque duros difíciles e incluso tediosos, nos dormíamos con la convicción de saber que nuestro hijo mañana seguiría pidiendo brazos, mimos, teta, canciones, risas, juegos...
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