Aunque nada pueda hacer
volver
la hora del esplendor en la
hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porque la
belleza subsiste siempre en el recuerdo.
Una de las cosas que cuando se tienen hijos más se escucha es "ya verás lo rápido que pasa todo" y así es. Recuerdo cuando Maya nació, que la miraba y me decía "pero cómo va a pasar esto rápido, si solo acaba de empezar..." Y fíjate, ya tiene dos años y yo, con mi blog, un año y medio... y el tiempo pasa taaaan deprisa, que no nos damos cuenta.
Estas semanas están siendo emocionalmente demoledoras. Trabajo de 08:00 a 16:00 h pero por las tardes (y como si me sobrara el tiempo y lo fueran regalando) me he decidido a hacer un curso intensivo de docencia que ocupa mis tardes de 16:00 a 21:00 h. Al llegar a casa me espera el tercer turno de "combate": el baño, la cena y a dormir, con los consiguientes cabreos porque, como es normal, mi hija no me ha visto en todo el día y lo que más quiere es jugar, y no dormir a su hora.
Aunque trato de empatizar mucho con ella, dialogar en la medida de lo posible, respirar, salir de la habitación en los momentos de mayor estrés... muchos días acabo agotada, física y emocionalmente. Y pese a saber que es normal que yo me sienta así, y sepa que es algo pasajero que en pocas semanas terminará, hay días en los que preferiría estar debajo de la manta, en la cama, a solas, sin nadie a quien cuidar o proteger, sin nadie que me moleste.
Y es ahí, en ese momento y en ese hueco profundo que vamos cavando día a día los padres y madres, cuando nos damos cuenta que si miramos hacia arriba tan apenas podemos ver la luz de salida. Y pensamos que ya es demasiado tarde, que nuestro hijo que nos necesita tanto y al que no hemos sabido atender o escuchar de la manera que él o ella estaban pidiendo, se está corrompiendo por la falta de atención, los gritos, las amenazas, la desobediencia, las peleas constantes... Y es entonces cuando pensamos que todo tiempo pasado fue mejor, recordando con dulzura cuando era bebé y dependía tanto de nosotros hasta para moverse, comer, dormir...
Pero os cuento un secreto: nuestros hijos van a depender de nosotros hasta que sean capaces de construir su propio yo independiente de nuestras reglas. Y aún así deben saber que siempre estaremos ahí para lo que necesiten. Y es bueno decirles y recordarles que nosotros también les necesitamos y les queremos.
Recordemos que los días pasan lentos, pero los años marchan deprisa, y llegará el día en el que echemos la vista atrás y queramos volver a esos momentos que, aunque duros difíciles e incluso tediosos, nos dormíamos con la convicción de saber que nuestro hijo mañana seguiría pidiendo brazos, mimos, teta, canciones, risas, juegos...
Estas semanas están siendo emocionalmente demoledoras. Trabajo de 08:00 a 16:00 h pero por las tardes (y como si me sobrara el tiempo y lo fueran regalando) me he decidido a hacer un curso intensivo de docencia que ocupa mis tardes de 16:00 a 21:00 h. Al llegar a casa me espera el tercer turno de "combate": el baño, la cena y a dormir, con los consiguientes cabreos porque, como es normal, mi hija no me ha visto en todo el día y lo que más quiere es jugar, y no dormir a su hora.
Aunque trato de empatizar mucho con ella, dialogar en la medida de lo posible, respirar, salir de la habitación en los momentos de mayor estrés... muchos días acabo agotada, física y emocionalmente. Y pese a saber que es normal que yo me sienta así, y sepa que es algo pasajero que en pocas semanas terminará, hay días en los que preferiría estar debajo de la manta, en la cama, a solas, sin nadie a quien cuidar o proteger, sin nadie que me moleste.
Y es ahí, en ese momento y en ese hueco profundo que vamos cavando día a día los padres y madres, cuando nos damos cuenta que si miramos hacia arriba tan apenas podemos ver la luz de salida. Y pensamos que ya es demasiado tarde, que nuestro hijo que nos necesita tanto y al que no hemos sabido atender o escuchar de la manera que él o ella estaban pidiendo, se está corrompiendo por la falta de atención, los gritos, las amenazas, la desobediencia, las peleas constantes... Y es entonces cuando pensamos que todo tiempo pasado fue mejor, recordando con dulzura cuando era bebé y dependía tanto de nosotros hasta para moverse, comer, dormir...
Pero os cuento un secreto: nuestros hijos van a depender de nosotros hasta que sean capaces de construir su propio yo independiente de nuestras reglas. Y aún así deben saber que siempre estaremos ahí para lo que necesiten. Y es bueno decirles y recordarles que nosotros también les necesitamos y les queremos.
Fuente Adobe Stocks
Recordemos que los días pasan lentos, pero los años marchan deprisa, y llegará el día en el que echemos la vista atrás y queramos volver a esos momentos que, aunque duros difíciles e incluso tediosos, nos dormíamos con la convicción de saber que nuestro hijo mañana seguiría pidiendo brazos, mimos, teta, canciones, risas, juegos...
Ay... los nenes... y sí, pasa el tiempo muy deprisa. Amigas que tienen a sus hijos (algunos ya un poco mayores, otros aun bebés, ...) lo dicen como tú, incluso algunas "echan de menos" verlos pequeñitos otra vez. Por otro lado, eso que dices, me parece lo más normal del mundo, aunque sea un hijo creo que uno debe sentir eso, querer no tener que cuidar a nadie para dedicarse a uno mismo (a ver, que siempre uno querra a su hijo, pero nadie es super mamá o papá sin sentir un poquitin eso, no?).
ResponderEliminarUn besito,
Gret
Hola Gretna,
ResponderEliminargracias por tu comentario!
Un abrazo