jueves, 4 de febrero de 2016

Tengo un superpoder

y creo que muchas mamás y papás también lo tienen. De hecho, es un superpoder que nace cuando nos convertimos en padres. Os estáis equivocando, no es el superpoder de ser papás y mamás y hacerlo todo a la vez, sino el de ser invisibles

Ayer cuando iba con mi peque paseando por la ciudad, entré en un comercio. Tenía que hacerlo de espaldas para poder acceder con el carro, y en ese momento en el que estoy con las piernas haciendo piruetas, con mi pié izquierdo sujetando la puerta, el culo en pompa para apoyarme al entrar y haciendo fuerza con los brazos para subir el escalón pensé "qué amable la señora o el señor que me aguante ahora la puerta porque estos ejercicios me saturan". Y ¿sabéis qué? que fui una ingenua de cabo a rabo porque aunque en la tienda estaba la dependienta y tres o cuatro clientas, nadie se acercó para ayudarme.

Por eso hoy, después de pensar en el comportamiento ajeno, quiero escribir una carta a aquellas personas que me ven en la calle, en los comercios, en el banco o en la consulta del médico, pero en verdad sólo me miran a los ojos cuando mi hija llora y quieren que se calle para que ellos puedan seguir con sus vidas:

Querid@ amig@, vecin@, adult@;

estos días te noto ausente. Desde que me he convertido en madre ya no me miras, ni me saludas. Sé lo difícil que lo estarás pasando con tus preocupaciones sobre el trabajo, los compañeros, las citas, tu relación... hace día que no nos vemos y noto que prefieres pasar desapercibid@ para que no te cuente otra vez lo grande que se está haciendo mi hija, lo mucho que come o cuánto habla ya. 

Sé que las cuentas a fin de mes te están dando malas noches, que no descansas y que a veces llegas tan cansad@ a casa que sólo tienes ganas de echarte en el sofá y mirar la tele, pero sin ver nada. Probablemente pensaste que tenías que llamarme, de hecho, hace días que no hablamos, y es que la vida no te deja ni un respiro, pero oye, piensa que eres positiv@, tu y yo lo sabemos, un/a luchador/a, así que mejor te lo tomas con calma, y mañana será otro día. 

Los días pasan que ni te enteras, y ya estamos otra vez en febrero, ¿cómo puede ser si hace nada estábamos celebrando la Nochevieja?. Al caminar por la ciudad notas que todo el mundo va a contracorriente, no es sólo una sensación tuya, créeme. Los comercios, con sus luces, animan el paseo y aprovechas para pensar que tienes que hacer la compra, que mañana toca hacer esto y lo otro y que dentro de nada es otra vez fin de semana. Unos cuantos pasos más allá caes en la cuenta de que pocos te saludan, antes que siempre te parabas con fulanito y menganito,... hace días que no los ves. Paseas y estás como ausente, como invisible. Ves unos cuantos niños corretear de un lado al otro, alegres, como con una risa nerviosa, "que no se me pongan en medio", piensas. Al cabo de un rato, unas madres van conversando tranquilamente con los carros de sus bebés "a ver si aceleran, que la calle es de todos, se podrían poner a un lado" piensas. Al llegar a casa, ves en el telediario que ese partido político ha propuesto llevar a los hijos al trabajo para ayudar a la conciliación familiar, o que van a aumentar el presupuesto municipal para una actividad infantil y piensas "ya estamos otra vez con lo mismo, para qué querrán darles eso, si los críos no lo piden" Y es cierto, no sabemos nada de nada. Pero lo que sí es cierto es que quizás algún día serás mamá o papá y todas esas preocupaciones que te indicaba más arriba, serán insignificantes. Serás esa madre o ese padre con el carro por la calle, pendiente de que sus hijos no tropiecen, no molesten, haciendo equilibrios por entrar en los sitios y con una "maleta" siempre a cuestas por los posibles imprevistos que puedan surgir. Serás alguien a quien solo unos pocos incomprendidos entienda. Serás invisible para el resto. 

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