Los apodos o nombres cariñosos con los que bautizamos a nuestros hijos, son un reflejo de la intimidad de las familias. ¡Quién no ha tenido alguno en sus casas!.
Antes de que supiéramos el sexo de nuestro bebé, la llamábamos "pataditas". Ya os podréis imaginar por qué.
Cuando nos comunicaron que era una niña lo que esperábamos, comenzamos a llamarla "peduguita". Antes incluso de saber su nombre de pila definitivo.
Desde que nació le hemos puesto "cuatrocientos" nombres: bichito, brujita, cariñín, frijolita, mi amor, mi vida, princesita... La pobre no sólo tiene que soportar a estos babosos padres durante todo el día, con nuestro musical tono de voz dos notas por encima de lo habitual, sino que los abuelos por ambas partes también se han sumado a este estado "oso-amoroso" y de un lado tenemos a: "muñequita" y "carita redonda", y de otro "chirrín pequeño".
La florecita de papá
Lo cierto es que, y aunque a muchos nos dé vergüenza reconocerlo, todos hemos tenido un apodo familiar. Para nuestros padres, nuestras madres, abuelos, tíos... hemos sido su "terremoto", "morenita", "rubiales", "pirata"... de turno. Reconoceríamos a un familiar sólo por cómo nos llama. Una ternura que se desploma si en presencia de un amigo/a nos reclaman.
Hasta hace poco para mis padres yo seguía siendo su "pichurrina", nombre cuyo origen desconozco. Probablemente venga de aquel estado empalagoso que los padres primerizos experimentan a los 2 días de tener a su retoña en casa.
La necesidad de apodar a los hijos puede que venga de muy muy lejos y sea para sellar la pertenencia a la tribu. La marca de la casa con la que se nos conocerá dentro del círculo de confort que los progenitores crean tan fervientemente durante los 9 meses. Las madres humanas creamos apodos y como las leonas, que lamen a sus crías nada más nacer, probablemente también tengan un lenguaje creado para comunicarse con sus cachorros. Es otro vínculo más para que nuestros bebés, al igual que los leoncillos, reconozcan a sus madres por encima de las voces de las demás.
Y tu ¿con qué apodo llamas a tu bebé?
...Pues a mi pobre Inés la llamamos 'mochuelo', que no tiene nada que ver con 'pichurrina' o similares. El caso es que, cuando ella estaba en camino, solíamos hablar de las cosas que cambiarían para siempre, para bien y para mal. Aunque su llegada nos hacía cada vez más ilusión, sí que es cierto que a veces también decíamos que con 'el mochuelo' se habían acabado las cenas por ahí, los planes locos a cualquier hora y la vida de cualquier manera. Tanto hablar del dichoso mochuelo, al final se le está quedando como un apodo (no muy bonito, ya lo sé). Espero que ella sepa comprenderlo y no nos guarde rencor, pero lo cierto es que desde que nació, ¡se acabaron las cenas por ahí! Por cierto, enhorabuena por tu blog; acabo de descubrirlo y he disfrutado mucho leyendo. Un beso.
ResponderEliminarGracias Sara!! ya ves, como si no tuviéramos entretenimiento... parece que esto de escribir blogs sobre maternidad está de moda (jajajaja).
ResponderEliminarNos leemos. Un abrazo familia!