Dícese de aquel hijo o hija que no puede vivir sin su madre y se le pega, como tirita barata, hasta en los momentos menos entrañables, como son, cuando vas al baño.
Y así estamos. Día y noche en un llanto inconsolable si la pequeña terremoto me pierde de vista. Ni con su padre, ni con los abuelos, ni con la "tata", para pena de ellos y mi "condena", quiere estar.
Puede ser que el comienzo de la guardería haya agravado o haya puesto más en evidencia lo que hasta ahora no percibíamos, y no es otra cosa que esa necesidad de apego y de tenerme controlada (vale, ya sé dónde está mi madre, ya sé que no me va a pasar nada, no estoy sola, me quedo tranquila).
Cuando leemos en algún libro o por otros blogs sobre ma(pa)ternidad, la teoría me llama mucho la atención, sobre todo en titulares como: "5 consejos para superar la mamitis", "cómo debes tratarle si tiene mamitis" o "ayuda a tu hijo a ser más independiente" y el mejor, "plan para ayudar a tu hijo a estar sin ti". Y me pregunto ¿superar? ¿el apego es algo a superar, como si se tratase de un recuerdo adolescente imborrable?. ¿Independiente? ¿puede un niño de 12 meses ser independiente como para comer, bañarse o salir a la calle solo?. No ¿verdad? Como en todo, hay variedad de opiniones, pero creo que podemos sintetizarlo en dos líneas o corrientes: crianza de apego vs crianza basada en el método Estivil (nota recordatoria para aquellos que no conozcan a este señor: deja a tu niño llorar y así se hará más fuerte)
Vía Penélope Ilustradora
Si os soy sincera, en el fondo no me molesta que mi hija tenga mamitis, y no solo no me molesta sino que adoro que sienta apego hacia mí. Lo que me molesta es que a otros les parezca extraño, les cause irritación e incluso furor que mi hija solo me llame a mí. Yo entiendo que eso es lo natural y que lo raro es querer que un hijo se desapegue de la madre. No obstante ¿no estaríamos nosotros también apegados a quien nos da de comer, nos mima, nos calma, nos baña, nos divierte y nos besa? Por otra parte, también entiendo la frustración del papá de Maya cuando ve que no es capaz de poner consuelo en su llanto y solo yo tengo la clave. Sobre todo porque un hijo así, todo hay que decirlo, absorbe hasta el punto de no saber qué día es, qué has hecho hoy, y siendo pesimistas, ni siquiera plantearte una vida al margen (trabajo, amigos, salidas en pareja...) Aunque eso ya sí es un problema a tratar, porque ya no hablamos de apego sino de dependencia extrema del hijo a la madre y donde los autoritarismos pueden poner patas arriba la unidad familiar. Pero eso es otro cantar y tiene miga quizás hasta para otra entrada.
El apego, y probablemente con él la mamitis, se da desde el mismo momento que un hijo nace, y crece cada día en los momentos, las miradas, las risas, los sueños... Estoy convencida de que cuando mi hija tenga quince años habremos invertido los papeles y seré yo quien lo pase mal cuando la pierda de vista, y ella descanse cuando esté a sus cosas sin sentirse bajo control.
Termino con una frase del Dr. Carlos González:
"Malcriar" significa "criar mal", es decir, con poco cariño, pocos brazos, poco respecto, pocos mimos. Es imposible malcriar a un niño por hacerle mucho caso, cogerlo mucho en brazos, consolarle mucho cuando llora y jugar con él.
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