jueves, 3 de marzo de 2016

La crianza feliz

A menudo nos vemos arrastrados por opiniones o modas ajenas, seguramente no malintencionadas, pero que nos llevan a modificar ciertos patrones de nuestro comportamiento, bajo la creencia y autoconfirmación de que eso nos llevará por un camino mejor. Cuando esas opiniones y consejos vienen de amigos, conocidos y familiares sobre cómo debemos de educar a nuestros hijos, muchas veces, y sin ser del todo conscientes, caemos de nuevo en la imitación.

Recientemente mi hija ha vuelto a dormir mal. O mejor dicho, a hacerlo de la forma totalmente contraria a como yo desearía (esto es: pronto, del tirón y sin cabreos). Hemos pensado de todo:
- es porque estamos en el proceso de pasarla de nuestra cama a su cuna (pegada a nuestra cama)
- es porque está cambiando las horas de la siesta
- es porque le está saliendo un diente y por eso no coge bien el sueño
- es porque...
Los padres siempre nos preocupamos cuando nuestros hijos no hacen algo como desearíamos sin ser conscientes de la personalidad del niño o de la niña y de sus "necesidades" (puntualizaré esto más adelante, ya que, obviamente, la lectora se preocupa por las necesidades de su hijo)

Me molesta últimamente sobremanera todas esas madres (que he dejado de seguir en redes sociales) super estupendas, con las uñas y los labios rojos, un trabajo creativo que pueden realizar desde sus casas pegadas a sus retoños, y con mucho tiempo "extra" para hacer lo que quieran, como antes de tener hijos. Y me molesta porque normalmente suelen presentar unos perfiles en sus redes sociales que se alejan mucho de la realidad de la maternidad que yo conozco. Porque la maternidad es esfuerzo, sacrificio, lucha y también ilusión, aprendizaje y emociones. Probablemente los hijos de esas mamás super estupendas también lloren de noche, como Maya, y también cogerán sus rabietas en medio del parque a plena luz del día ante la atenta e insólita mirada de muchos que hace mucho dejaron de ser padres (o no lo fueron nunca).

Las redes sociales, a nivel general, y nuestro entorno, en el particular, nos ofrece fogonazos de tesis que sostienen, en verdad, dos corrientes totalmente opuestas: la crianza de apego versus la crianza "tradicional". Veamos un ejemplo: si tu hijo no duerme por la noche, la crianza de apego te dirá que practiques el colecho porque es bueno para tu hijo y ayuda a su desarrollo y refuerza los vínculos ma(pa)terno- filiales. Por el contrario, la crianza tradicional te dirá que lo dejes llorar, que el niño se tiene que acostumbrar a dormir solo y que él no puede marcar los tiempos de la casa (e incluso llegará a vomitar para llamar la atención). 
De sobras es sabido que me inclino más hacia la crianza natural y de apego, pero aunque practicamos el colecho y he hecho todo a pies juntillas como marcan los manuales ¿por qué Maya no duerme bien? Es claramente obvio que algo estamos haciendo mal y es dejar de escuchar y "atender" y saber leer lo que quiere decir nuestra hija, para ir a buscarlo a un libro, a un consejo de madre, de amiga... 

Al parecer todos tenemos el don de resolver los problemas materno-filiales desde el momento en el que nos convertimos en padres y madres, y aunque muchas veces (en la mayoría de las ocasiones) la voluntad y la predisposición es muy buena, no dejan de ser directrices y normas que pueden modificar un patrón o conducta en el seno familiar.

Como decía más arriba sobre las necesidades de los niños, me despido con lo que dice Rosa Jové, sobre su libro "Dormir sin lágrimas"


"Los niños, son seres humanos, son personas, y tienen los mismos derechos que nosotros. No hay ningún momento, desde que nacemos hasta que morimos, que uno se convierta en persona antes o después. Ya nacemos todos con los mismos derechos, por lo tanto si una actuación no es adecuada o no es lícito hacerlo con una persona adulta, tampoco con los niños.  No podemos ser inflexibles."

Observemos más a nuestros hijos. Dejemos que ellos nos hablen porque son nuestro auténtico y verdadero manual de crianza feliz.

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